
Estos tiempos de selfies, y del invento tecnológico en el que se sujeta la cámara para vivir aún más la búsqueda del ensimismamiento fotográfico, revelan la aceptación del toqueteo instantáneo, al que nadie parece prestarle atención por la exclusiva entrega al retrato. En este tipo de fotos, sobre todo en las colectivas, el amuñuñamiento, dígase el apretamiento de los cuerpos, ya no tiene valor. Al parecer ya no se atiende a la corporeidad y al roce por estar pendientes de la imagen posterior.