
A Viena viajaron unos testimonios hechos poemas por Jacqueline Goldberg y unas obras de Nayari Castillo que resitúan en el espacio urbano a personas que fueron empujadas al exilio en Venezuela. Mientras tanto estábamos en tránsito y viendo cómo nos vamos formando de encuentros y vivencias que mucho tienen de café y de instalación en una plaza. Sigo pensando que la sorpresa fue la única marca que había en la agenda del itinerario: la inauguración de la exposición Hotel Metropole (Grand Hotel & Gestapo Leitstelle). La dirección y el sentido se invirtieron. Viajé a Viena para conocer sin saberlo la historia de unas mujeres que abandonaron la misma ciudad huyendo por su origen judío.
Fue delante de la obra de Nayari cuando vi desperdigada la memoria de la infancia, las historias de nacimientos y migraciones. Sus piezas, a camino entre la sala expositiva y el espacio público, proponen un laberinto en el que se pueden definir los sujetos que lo transitaron por primera vez, pero al mismo tiempo se instalan en el presente de cada persona que se confronta con la obra y se atreve a trazar una historiografía personalísima y repleta de desarraigos.