

El valor de mi moneda es un gabinete compuesto con las piezas con las que he operado (bolívares y euros), además del vocabulario con las que les otorgo significado. Presento las monedas como objetos que portan relatos e interrogantes sobre nuestra economía doméstica, marcada en mi caso por la depreciación. Por un lado, el bolívar que se ha devaluado consecutivamente desde hace más de veinticinco años y, por otro, el euro que, aunque es una moneda fuerte, está en riesgo de caída en picada al ser la unidad monetaria de países tan diversos. Se representa la depreciación de una moneda frente a otra, así como el valor abstracto de las monedas-símbolos de los espacios nacionales.
El bolívar y el euro son las unidades monetarias que forman parte del proyecto que presento. Ambas las abordo a partir de contextos específicos. El llamado “Viernes negro” de 1983, cuando se devalúa el patrimonio económico de Venezuela y se establece un control de cambio, y el año 2011, cuando se empieza a escuchar públicamente que Grecia puede abandonar el proyecto de la economía común de la Unión Europea para restablecer el uso del dracma y así conseguir la autonomía monetaria. Con la conexión de estas dos realidades, pretendo recalcar los relatos que subyacen en el valor fiduciario que se le otorga a la moneda, así como la fluctuación del decrecimiento de las economías personales y del valor del arte. Todos llevamos a cuestas las historias de nuestro capital. Como afirmó Jacques Derrida, en esta vida todo parece marcado, en el rincón más austero, riguroso y auténtico, por la “moneda falsa”.