Aymara Arreaza R.

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Works


     

Gego en su otro desembarco


Publicado en
Papers d'Art
Data
Sep 9th, 2007



Por allí fumea, gritan los niños cuando juegan y quieren dar pistas de dónde está algo o alguien. Se supone que en algún espacio, incluso en un punto que no se vislumbra, si fumea es porque hay objetos o sombras que aparecen sólo por instantes. Ese voceo frecuente en la infancia y en el que el placer es generado por la experimentación, y no tanto por encontrar el objetivo, se aviva ––ahora interiormente–– cuando se contemplan obras de arte fugitivas y de flotantes apariencias. Es este el caso del trabajo de Gertrud Goldschmidt, conocida como Gego (1912-1994).

Alemana de nacimiento y venezolana por arraigo desde 1939, Gego goza por primera vez de una exposición itinerante desde Portugal a España. Hasta finales de enero de 2007 se puede visitar, en el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona (Macba), la selección de los trabajos que la artista realizó a lo largo de su trayectoria. Específicamente bajo el nombre de Gego. Desafiando estructuras se presentan más de 130 piezas en una muestra inédita en Europa.

La pauta para recorrer esta exhibición antológica consiste en romper el principio de que la obra ocupa un espacio determinado y separado del espectador que la evalúa. Las reglas son otras y bajo esas otras lógicas se difuminan las divisiones para dar paso a la interrelación. Específicamente en las tituladas por Gego “Reticuláreas” ––ensamble de líneas moduladas en el espacio––, la apreciación de la obra es expansiva, la mirada no es y ya no puede ser contenedora, se va y se pierde en las redes. La visión se estira y con ella el espectador reconstruye la experiencia. De manera que a ese placer visual hay que añadirle la atmósfera que genera la totalidad expuesta. Se activa un espacio físico al que Hanni Ossott le suma el acontecer, una duración que en el espectador va desde el reconocimiento de la actividad visual de la obra, el procedimiento de sus signos estructurales, hasta la aparición de una irrupción interior.

Vista ahora, la disposición de las obras de Gego sugiere, en la exposición del Macba, una relectura de sus aportes al arte desde los años setenta hasta las fechas recientes. El trayecto recorrido ––desde los dibujos-objetos, pasando por la modulación de materiales y su hacer reticular hasta llegar a las ambientaciones–– valoriza el ensayo creativo que desprende la obra. Cobra importancia el montaje. Se plantea como un laberinto en el que se descifran los encuentros entre la pintura modelada con elementos diversos y la escultura volátil. Así continúa hasta llegar a la instalación de juegos de sombras que parten de los “Chorros” y las “Reticuláreas”. Ocurre lo que, a propósito de la obra de Gego, Jacqueline Goldberg ha designado como el abordaje del espacio desde su caleidoscópica sintaxis (…), dominio espacial a partir de lo escultórico y un cierto arropamiento del vacío. En la práctica visual de Gego, el dibujo desautoriza el papel para instalarse en el espacio. El alambre desplaza los colores y los lápices para trazar las figuras y dibujos en el aire. El ensamblaje de la transparencia.

Tras los años que han pasado de la consolidación de Gego, la apuesta tanto del Macba como del Museo Serralves en Porto-Portugal se erige como un reconocimiento tardío, pero al fin una merecida distinción que la coloca entre las artistas latinoamericanas más destacas de la segunda mitad del siglo XX. La consagración de Gego en Europa se da por sus propios méritos: la instalación de otras maneras de hacer y percibir. La exhibición de Gego. Desafiando estructuras potencia el reto de la artista por delinear el vacío y escaparse de los conceptos y sus representaciones. Se invierten los cánones cuando las obras, las famosas “Reticuláreas” y los “Dibujos sin papel”, en lugar de materializarse ponen en entredicho la pesadez de los materiales; ya no son como la tradición de la escultura moderna, se construyen a partir de líneas que terminan en el desvanecimiento. La vivencia de estas piezas propicia la fuga de la mirada.

Por otro lado, es destacable que Gego, en su larga trayectoria constructivista pero sobre todo lúdica, metódicamente ensambló piezas para crear transparencias y proyectar sombras. Logró el equilibrio de la composición para desplazarla y mostrar, a través de la materialidad, pululantes vacíos. Las líneas dan más de sí como fantasmas que aparecen volátilmente y no como formas fijas en el espacio. Delineó volúmenes: espacios para adentrarnos en atmósferas de escape. Las trazas no son refugios de las apariencias, invitan a la introspección. Materializó la invisibilidad del espacio para corporizarlo sólo en el momento del abordaje, seguramente uno de los aportes más significativos con los que la artista se desmarcó de la pujante corriente moderna y cinética que reinaba en la entonces progresista Venezuela.

Con las obras de Gego de principios de los setenta se advierte su originalidad no por contener la vanguardia europea ni por mostrar la pureza del naciente arte moderno latinoamericano, sino porque precisamente supo entrever y sacar provecho de algunos elementos utilizados por el cinetismo además de las variaciones en el uso de la línea. Cada una de estas inquietudes y experimentos moldearon un arte poética propia. La marginalidad y la distancia con la que Gego trabajó demuestran, pues, que dentro de los chorros financieros de la Venezuela de antier y su sui géneris modernidad se podía coser lo que Gego llamaba la “utopía invertida». Quizás, por eso, la artista hasta ahora desconocida en su Europa natal permite contemplar las huellas de su otra tierra y de su primer desembarco.Ya lo decía Gego: queda mucho por experimentar. Ahora toca ver en lo representado, ampliar sus moldes desde la inmersión del receptor. Por eso la obra, cada vez que se aprecia, fumea diferente.

 
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