Aymara Arreaza R.

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La vida de Adèle y las formas del erotismo


Publicado en
:: SalonKritik ::
Data
Feb 10th, 2014



Late el deseo incluso después de que acaba la relación. Los motivos de la ruptura amorosa no pasan por el aburrimiento de acariciar el mismo cuerpo. No atisban sus razones en la falta de satisfacción del gozo sexual. La relación se acaba por razones que están fuera de la órbita de los amantes. Satisfacer y satisfacerse, por encima de cualquier actividad que tenga otro fin, es el leitmotiv de esta pareja. Prevalecen los primeros planos de las relaciones sexuales entre dos mujeres que convierten el goce amoroso y erótico en protagonista. No hay roles que cumplir y se rompe a pedazos la idea obsoleta de que la actividad sexual simple se practica con el fin “natural” de reproducirse. Así es La vida de Adèle, una jovencita que pasa por varios escenarios en los que se confronta con la exploración. Se ensimisma y se interroga: ¿cómo vive sus primeras experiencias sexuales?, ¿cómo siente la atracción que despierta en los hombres y las que avivan en ella algunas mujeres? Desde la tensión con la que se manifiesta el deseo hasta la morbidez de la mirada, Adèle presenta una belleza visceral y espontánea.

Exhibir en la pantalla un mosaico de gestos abrasadores en los que las protagonistas son dos mujeres no tendría nada de excepcional si este tipo de relaciones no hubiera estado vetada e invisibilizada desde que se empezó a hablar de la historia de la sexualidad reglada. Estéticamente la entrada impetuosa de la desnudez en esta película es imprescindible e instruye sobre el deseo, obligando a abrir los ojos, a atender a los estímulos del erotismo, a participar de la orgía del sexo y la comida, como si los espectadores fuésemos también los árbitros de esa contienda. Los cuerpos que casi flotan en la proyección revelan porosidades y fluidos que no atienden a la lógica de la razón normativa, la que procura imponerse en los patios de colegio. Aquí la pauta es otra y conecta con Georges Bataille y su modo de abordar las relaciones eróticas: “Lo que está en juego en el erotismo es siempre una disolución de las formas constituidas”. Disolución que en la propuesta del director Abdellatif Kechiche se logra a través de planos que parecen minuciosos estudios de labios, cuerpos desaforados y fragmentos de pechos o nalgas que asumen su papel de excitadores de carnes convulsas.

Adèle y su amante, Emma, representan un peligro frente a la familia conservadora y ante algunos compañeros de colegio que no quieren “desnudarse” frente a ellos mismos y frente a la tradición. Y es ése el carácter profundamente vanguardista de este drama sustentado en una profusa arte poética de las imágenes eróticas. Por encima de todas las fluctuaciones del filme se reinventan las figuras de las amantes que intiman con el espectador. La voluptuosidad de algunas escenas nos conduce a un voyeurismo continuo. Al decir de una de las personas con las que fui ver la película, “una maravilla seudoporno”. Efectivamente las protagonistas hacen que el descarne sea transparentemente impúdico, abierto al placer desprejuiciado. La visualidad que nos propone La vida de Adèle no sólo se escribe desde la belleza aparentemente seudoporno que surge de los encuentros de estas amantes. Las escenas, además de arrancar el pudor, convierten la obscenidad en algo necesario y gustosamente permitido. Es esa actitud de apertura, esa disposición a encarnar el deseo entre dos mujeres, lo que la hace tan provocadora como carnosamente bella.

Para terminar, quisiera destacar que este manifiesto fílmico sobre el amor y la sensualidad también interpela a las esferas sociales y los tabués que en ellas imperan. Las formas del erotismo que practicaron Emma y Adèle no enlazaron con las exigencias cotidianas: encontraron su única verdad en el placer que nada entiende de límites. Vale la pena preguntarse de qué modo Michel Foucault habría analizado este filme. ¿Lo habría tomado como un ejemplo de resistencia a la voluntad de hacer del sexo un saber?

 
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