Aymara Arreaza R.

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Pantallopolis. Arqueología del presente






Fijarse en las transformaciones y los usos que han tenido las pantallas es detenerse frente a nuestra cotidianidad. Hoy, en lugar de tratar con el diablo para proyectar inteligencia y un saber estar en el presente, debemos hacer un pacto con las pantallas. Esos dispositivos que muestran vidas: tanto de personas como de productos, o de estrellas, políticos, deportistas, están en constante producción de significados. Pero no sólo para generar sentido sobre lo que vemos, sino también para moldear sensibilidades, atrapar espectadores incautos, vender modos de vida, posicionar tendencias, organizar revueltas, entre tantos otros temas que, a ratos, se esfuman, pero que calan en nuestro imaginario.

Pantallas de móvil, televisión, ordenador, tabletas… Estamos invadidos por ellas. Ocupan los espacios en los que nos movemos y gestionan las formas en las que nos acercamos a la realidad. Puede parecer una obviedad ocuparse de la presencia de estos dispositivos en nuestra vida, pero es precisamente ese simulacro el que me atrae. Y por eso me interesa el modo como la exposición Pantalla Global exhibe la evolución de las pantallas, las apropiaciones que de ellas se han hecho a lo largo de la historia. Este despliegue de proyecciones tuvo lugar en las salas del CCCB y también en la página web que acoge la exposición virtual: pantallaglobal.cccb.org
La propuesta de la exposición es un llamado urgente a la revisión de la cultura de las pantallas, analizada en el libro homónimo de Gilles Lipovetsky y Jean Serroy, comisarios de la muestra junto con Andrés Hispano. Pero, a diferencia del ensayo del que parte este proyecto, uno de los grandes aportes de esta exposición es que invita a los espectadores a ser copartícipes de la creación de los contenidos. Interactuar es un verbo que se conjuga para hacer circular nuestras comprensiones de lo que nos rodea. Se desplaza el verbo espectar para otorgarle protagonismo a actuar.
El marco expositivo está compuesto por dos ejes, dos caras de la misma moneda: una, la que crean los comisarios con la selección de los archivos reunidos en las secciones de la muestra, y otra, fruto de las contribuciones del público, de los seguidores del tema planteado. Las pantallas se alimentan del material que se sube a la red haciendo de la exposición algo vivo y mutante. Se delinea un espacio de acción denominado “contracampo”, en el que precisamente se actualizan y complementan los ángulos desde los que puede ser visto una escena. Reparar en los modos como se construye la visibilidad y la manera de proyectar ciertas historias ofrece la posibilidad de asumir una posición más crítica delante de lo que circula y hacemos circular en las pantallas.
Contracampo
La primera vez que me acerqué a la expo pensé que, en efecto, trataba sobre pantallas. Están allí, se multiplican en la sala que se convierte en un corredor infinito de proyecciones y espejos. Pero después de un rato comprendí que la apariencia no es el tema de este documento expositivo, sino la imagen global, el mundo de la imagen, la retórica del exceso. Y en la pantalla que lleva ese nombre sitúo el epicentro. Ya no importa el relato ni la búsqueda de sentidos, sino la profusión de imágenes.
¿Por qué es necesario ir hasta los inicios del cine pasando por la aparición de la televisión, en definitiva, hacer una aguda y completa revisión cronológica de los usos culturales de las pantallas, de las imágenes que en ellas circulan? ¿Para qué atender a la evolución de un medio que moldea y forma parte de nuestras vidas?
El esquema evolutivo y didáctico propuesto en la exposición ayuda a abrir ciertas brechas para asomarse a posibles respuestas, y sobre todo una de las tesis fuertes que sustenta Pantalla Global: “El espíritu del cine está diluido en el resto de las pantallas”. El siglo XX se caracterizó por ser el multiplicador de las pantallas y a partir del alcance que logró la proyección cinematográfica se generaron continuas mutaciones que todavía hoy contienen su legado.
Tres tiempos: cine, televisión y pantalla múltiple internet
Quizá para los nativos digitales esta muestra puede ser vista como un escaparate de categorías o un archivo a ratos demasiado ordenado, pero si lo abordamos como el reflejo del mundo en el que vivimos, que ha devenido en lo que llamo “pantallópolis”, la exposición crea un espacio donde transitan las imágenes del presente. Es cierto que el orden del montaje podría alterarse, e incluso desvincularse de una cronología tan estricta, pero en realidad el espacio expositivo del CCCB es una sala de consulta de las temáticas más relevantes que han dominado y moldeado a lo largo de décadas las representaciones que invaden nuestras ventanas del mundo, y que lo componen: “El mundo deviene pantalla, la pantalla deviene mundo”. No es baladí que estas dos frases sean el subtítulo de la exposición.
El paradigma visual se impone y el laboratorio que acoge el CCCB hace arqueología del presente para un público muy amplio que podrá reconstruir su propia historia alrededor de las pantallas y la sobresaturación de las mismas. Quizá ahora más que nunca haya que preguntarse cómo éstas nos condicionan y filtran nuestras interacciones con el mundo cada vez más mediado por los iPads y iPhones, las gafas 3D, las ecografías, hasta las cámaras multiplicadas en los rincones públicos e íntimos. ¿Cómo entrar en las pantallas? ¿Cómo salir de ellas? ¿Cómo representarse, cómo gestionarse en esa proyección? ¿Cómo se concilian el afuera-adentro de la pantalla?

 
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